Packaging: el vino también se bebe con los ojos

Packaging: el vino también se bebe con los ojos

Fecha de publicación: 23-11-2015

Juanito entra en una vinoteca. Ante él, entre ocho y diez estantes repletos de botellas. Juanito no tiene mucha idea, pero sabe que va en busca de un blanco. Se acerca a la zona. Echa un vistazo a las Denominaciones de Origen y piensa, ¿un albariño? Lo ha hecho: ha reducido las opciones a solo 30 marcas diferentes. ¿Solo? Juanito conoce tres o cuatro nombres y, la verdad, le gustaría regalar algo diferente. Así que ahora, ¿qué? Ahora Juanito escudriña texturas, colores, formas. Ahora gana el más alto y el más guapo. En un mercado colmado de opciones, asumamos: el vino empieza a beberse con los ojos.

 

Al sector vinícola -y al de los albariños en particular- les costó subirse al tren del diseño, pero de un tiempo a esta parte no solo se han embarcado, sino que van viento en popa y a toda vela. Los estudios de diseño especialistas en el packaging vinícola proliferan, así como lo hacen los certámenes que premian la originalidad de las etiquetas. Como consecuencia, cada vez más los consumidores vivimos pequeñas historias de amor al acercarnos a una tienda de vinos que, con suerte, terminarán en una exquisita cena esa noche.

Así es que, ¿qué hace falta para enamorar? A continuación te damos 5 nociones que cualquier mente creativa debe tener en cuenta al enfrentarse a la ardua tarea de sellar la personalidad de una bodega y de un vino, en un papel.

 

1.  ¿Qué hay que diseñar? Al dibujar el carácter de un vino hay que tener en cuenta cinco áreas clave en una botella: la etiqueta (la más importante, aquélla que primero va a ver Juanito al examinar la estantería); la contraetiqueta (se encuentra en la parte de atrás de la botella y sirve para explicar con más detalle qué puede esperar el consumidor de ese vino; es la que va a hacer que Juanito termine o no de convencerse entre las tres opciones finalistas); la cápsula (se trata del revestimiento que cubre la boca de la botella, ese que Juanito extraerá cuando por fin vaya a consumir el vino); el collarín (rodea el cuello de la botella, justo a continuación de la cápsula); y el corcho, (donde suele estamparse el logo de la nueva marca o un elemento que la identifique).

 

2. ¿A qué estamos obligados? Hay ciertos estándares de etiquetaje con que, más allá de la creatividad, toda marca debe cumplir. En concreto:

a.    La Denominación de Origen del vino

b.    El Volumen del producto

c.    El Grado de Alcohol

d.    El País de Origen (sobre todo para exportaciones)

e.    El Nombre de la Bodega, generalmente acompañado de un Código de Barras

 

Finalmente, es siempre recomendable incluir:

a.     La Añada

b.    La Variedad de Uva

c.     El Método de Elaboración

3. ¿Qué debemos preguntarnos? Superada la fase de elementos obligatorios, ahora sí: empezamos a crear. En este instante, los próximos pasos del diseñador pasan por preguntarse:

a.     ¿Cuál es la imagen que proyecta la bodega? ¿Es una bodega joven? ¿Es una bodega clásica? ¿Es una bodega pequeña? ¿Es su primer vino o ya han lanzado otras marcas? Como esta, decenas de preguntas que ayuden a conocer qué espacio ocupa la empresa en la mente de los consumidores.

b.    ¿Cuál es el concepto de la nueva marca para la que hay que elaborar la etiqueta? ¿Es un blanco o un tinto? ¿Es fresco? ¿Es seco o afrutado?

c.     ¿A qué público va dirigido el nuevo vino? ¿Persigue enganchar a un público joven? ¿O se dirige,  más bien, a un público adulto y con largo recorrido en el consumo de vinos?

d.    ¿Cuál es su competencia? ¿Cómo está diseñando esa competencia? ¿Cómo podemos identificarnos y diferenciarnos?

 

­­4. Y ahora, ¿cómo reflejamos esas respuestas en un diseño original? En función de las soluciones que haya encontrado a las preguntas anteriores, el creativo habrá logrado definir el concepto de la nueva marca. Es entonces cuando llega la toma de decisiones: esas que llevarán el concepto de la mente al papel:

  • Logo. Es el elemento que debe diseñarse en primer lugar y que va a dotar de mayor personalidad a la nueva marca: el logo facilita su reconocimiento y fortalece su imagen ante la competencia.
  • Tipografía. Esta es, junto con el Logo, la decisión más importante y difícil que debe tomar el creativo. Es lo que va a definir la marca como tal: lo que va a hacerla única e identificable en la estantería.
  • Tamaño de la etiqueta. Normalmente una etiqueta mide en torno a 10 cm de largo, aunque en los últimos tiempos este factor es uno los que más ha transgredido los estándares tradicionales. Que la etiqueta sea pequeña no quiere decir que no sea adecuada y, por supuesto, puede ser igualmente llamativa.
  • Colores. Junto con la tipografía, esta es el segundo elemento fundamental a la hora de diseñar una etiqueta. Las combinaciones de colores dirigirán el ojo a una u otra zona de la etiqueta y harán que esta, quizá, destaque entre todas las que le rodean.
  • Textura. El creativo puede jugar también con este elemento que hará que la etiqueta no sólo sea atractiva a la vista, sino también al tacto.

 

5. Probar, probar… y elegir. Al final, el creativo jugará con todos estos elementos y probará las múltiples combinaciones entre etiqueta, contraetiqueta, cápsula, collarín y corcho. Y debe hacerlo teniendo en mente las diferentes proyecciones que tendrán los demás elementos de packaging (estuches, cajas, etc…). Al término de este proceso, el equipo creativo habrá seleccionado dos o tres diseños que, por último, el cliente se encargará de valorar.

 

En Carballal tenemos muy claro lo importante que es ponérselo fácil a Juanito cuando vaya a una vinoteca en busca de Albariño, y por eso trabajar nuestra imagen es una de nuestras prioridades en los nuevos productos que (ya os lo avanzamos) pronto verán la luz.